En aquél rincón moría no solo su cuerpo, si no también su
alma, triste, olvidado, como esos reyes de leyenda que una vez reinaron con
rigor y que hoy son olvidados por el pueblo que le amó.
Escondido, pidiendo algo que nadie nunca da, ese triste
objeto de rincón de parque que nadie quiere mirar, que nadie quiere ver. Él lo
sabe, huele mal, tiene un aspecto desagradable, y posiblemente él mismo se habría
mirado así si en otro momento de su vida hubiese visto al personaje en que se
ha convertido…
Pero que pena, verse, reflejado en el charco, ver su rostro,
con una larga barba poblada y descuidada, la cara llena de arañazos, los ojos
rojos de lágrimas, alcohol y recuerdos de un pasado siempre mejor.
Hoy, 25 de diciembre, se acuerda de su padre, que disfrazado
de santa Claus le hacia cosquillas y le seguía por el pasillo de su casa,
mientras su madre reía y le mandaba ir a la mesa…
Los regalos, la alegría en el hogar…el hogar, aquello que
tuvo y que perdió… “maldito alcohol” se dice continuamente, volviendo a
levantar su lata de cerveza, dando ese “ultimo trago” y recuerda, los textos leídos,
tantos libros que, por desgracia, llegó a vender para pagar su casa…la cual
acabó perdiendo…
Un toque blanco en su nariz, nieve, caen “pedazos de nube”
recuerda que decía su padre cuando en el parque jugaban en las alegres tardes
invernales. Pero todo ha cambiado, nieve, frío, melancolía, y el ponerse a
buscar un lugar donde resguardarse del frío…la semana pasada murió otro
compañero de calle por congelación. Quizá él sea el siguiente…”que más dará…”piensa
mientras con sus pocas pertenencias se levanta de su rincón, aquel rincón donde
nadie quiere mirar.
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