Duerme, pequeña y ahora encogida. Duerme. Se oyen sus ronquidos y el mal olor desprende de su boca. La cadera rota por una cruel paliza de su infancia ahora la hace cojear y arrastrarse haciéndose sangre los días húmedos. Duerme en su cama, en el mismo lugar de la habitación, quejándose con un leve ronroneo del dolor de su vejez y pidiendo cariño a su familia que sólo ve ternura, amor y pena cuando la ven dormir. Duerme. Y esperan el día de su muerte para enterrarla y para decirle adiós con el corazón encogido como los que se despiden por última vez.
viernes, 23 de diciembre de 2011
Bibiana Durmiente
Duerme, pequeña y ahora encogida. Duerme. Se oyen sus ronquidos y el mal olor desprende de su boca. La cadera rota por una cruel paliza de su infancia ahora la hace cojear y arrastrarse haciéndose sangre los días húmedos. Duerme en su cama, en el mismo lugar de la habitación, quejándose con un leve ronroneo del dolor de su vejez y pidiendo cariño a su familia que sólo ve ternura, amor y pena cuando la ven dormir. Duerme. Y esperan el día de su muerte para enterrarla y para decirle adiós con el corazón encogido como los que se despiden por última vez.
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